Empezaba la debacle del ejército ocupante alemán. Era la primera vez que un contingente francés atacaba a Francia, en gran parte aliada del régimen nazi, durante la Segunda Guerra Mundial.
El desembarco parecía condenado al fracaso. Desde luego, murieron unos cuarenta mil soldados, hoy en un cementerio abandonado -contrariamente a los cementeros que pautan, como las estaciones de la Cruz, los acantilados normandos.
Toda la costa mediterránea francesa e italiana estaba defendida por una sucesión de búnkeres.
Se han conservados pocos. La mayoría fueron destruidos tras la rendición alemana.
Entre estos, se encontraba un búnker situado ante el Club Náutico, en el paseo de la Croisette, en el barrio de las Hesperides.
En 1946 reemprendió el festival de cine de Cannes, establecido en 1939, poco antes del inicio de la guerra.
El Club Náutico estaba en muy malas condiciones. El festival tuvo lugar en el casino municipal.
El Club Náutico y el búnker de hormigón fueron finalmente derribados con taladradoras . Sobre sus restos se edificó en 1949 el palacio del cinema que permanecería treinta años, hasta 1979, sustituido por una nueva sede inaugurada tres años después.
La primera película premiada en el nuevo palacio fue la mítica El tercer hombre, con -quizá de- Orson Welles, sobre los ambiguos y sombríos años de la postguerra.
Una sala de cine, oscura, una cápsula abierta sin embargo a un mundo distinto y más luminoso, se levantó sobre los restos de otra sala, tan oscura y tan oculta como una sala de cine, desde donde también se disparaba, no rayos de luz para echar luz sobre el mundo y sobre nosotros, empero, sino rayos o ráfagas cegadoras para apagar la luz para siempre.
Una extraña metáfora difícil de interpretar. Esclarecimiento sobre aniquilación . Como si se necesitaran.
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