La Ciudadela de Shahr-e No (que significa Nueva Ciudad) era el distrito rojo de la capital iraní. Segregado del resto de la ciudad, solo podían vivir mujeres, y entrar hombres.
Fue incendiado tras el golpe de estado de 1979 que derribó al Shah, abolió la monarquía, intronizó al clérigo (ayatola) Jomeini e impuso leyes islámicas. Mujeres murieron quemadas. Otras fueron enjuiciadas y aprisionadas. Hoy, tras haber aplanado las ruinas, es un parque público.
Esta muestra de cuarenta y cuatro copias fotográficas originales que forman la serie Prostitutas del fotógrafo y documentalista iraní Golestan se presenta en Amsterdam y luego en París este año.
La presente selección solo incluye las imágenes que se refieren, preferentemente, al espacio interior.
Estas fotografías son el reflejo de la eterna contradicción entre las acciones que aparentemente mejoran las condiciones de vida de una sociedad y el poder que las lleva a cabo. El higienismo físico y moral tiene fronteras difusas que quedan perfectamente marcadas en el momento en que el fuego purificador se lleva una vida por delante. Ya sea la vida de las mujeres que desaparecieron con el barrio o la vida que se encierra en los libros que queman en una hoguera o que arrasa las moradas de los dioses.
ResponderEliminarNo sé bien qué fue peor: si el encierro en los burdeles del barrio, o el encierro en las cárceles.
EliminarAl menos, en el primer caso, las mujeres no fueron quemadas ni asesinadas.
Lo que se llega a hacen en nombre de la moral -que se impone a los demás....
Como dice el refrán: “el infierno está empedrado de buenas intenciones”. Y esta es la contradicción que la democracia procura evitar, aunque no siempre con éxito. Pero el poder no democrático no vacila, y destruye, quema o mata a discreción y sin mala conciencia, porque su dictado y objetivo es sólo uno.
ResponderEliminarSaludos.
Quizá el problema es que el gobierno del ayatollah Jomeini no fue democrático, y juzgó no según criterios legales sino morales
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