viernes, 10 de abril de 2015

La destrucción del arte: Miguel Ángel (1475-1564), San Juan Bautista, 1498








El daño que sufrió la Pietá de Miguel Ángel, en los años setenta (1972) aún se recuerda. Un visitante enloquecido, creyéndose Jesucristo, atacó la estatua de mármol con una taladradora eléctrica. Fue detenido a tiempo no sin que lograse romper algunas miembros (el brazo de María, por ejemplo), y destruyese para siempre la nariz de la Virgen.
La obra estuvo en restauración durante años antes de volver a ser expuesta, en el mismo lugar, en una nave lateral de la basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, bajo una urna de cristal a prueba de balas. Nunca más se ha podido ver sin el  turbador efecto del grueso vidrio blindado verdoso.

El daño, sin embargo, no es comparable al que sufrió otra escultura de Miguel Ángel: San Juan Bautista. Se trataba de una escultura de mármol de los años de juventud del artista,tallada el mismo año que la Piedad anteriormente citada. Tenía casi un metro y medio de altura. Representaba al santo como un niño de pie vestido con una piel de cordero.  Apoyaba el pie izquierdo en un montículo rocoso, lo que arqueaba la pierna e inclinaba la cadera.
La escultura, adquirida por el emperador Carlos V, traída a España y ofrendada, formaba parte de un gran retablo barroco de madera dorada de Alonso Berruguete, en una iglesia de Úbeda. El altar mayor fue quemado durante la Guerra Civil española, en 1936, y la iglesia gótica incendiada. Pero antes, la escultura fue destruida a martillazos. Los restos, quemados.
Se recuperó el cuarenta por ciento de la escultura.
Durante setenta años han permanecido en un almacén.
Solo con nuevas técnicas representativas y reproductivas se ha podido moldear todas las partes destruidas e insertan los fragmentos recuperados y limpiados, en una operación que puede ser discutida, y que hoy se contempla en una exposición en el Museo del prado en Madrid
La restauración no es un problema.
Si la estatua fue reducida a polvo fue porque no fue percibida como una obra de arte sino como un fetiche, como el mismo santo encarnado. El atentado iba dirigido al santo, no a la obra; o a la obra en tanto que era el cuerpo carnal o material del santo invisible.
Pero lo que se destruyó -para siempre- fue una de las pocas estatuas que Miguel Ángel completó.
Ni siquiera un artista renacentista y manierista como Miguel Ángel supo imponer su obra. O quizá, lo logró en exceso: logró que el Santo se encarnara. y sufriera la condición humana. Acabar siendo polvo.
 

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