Si no hubiera sido por un engaño casi herético -una falsa ofrenda a los dioses-, la guerra de Troya habría cumplido con su función: acabar con los mortales que se habrían aniquilado uno tras otro. El caballo de madera, que los griegos dieron a entender que lo ofrecían al cielo para obtener vientos clementes y favorables para abandonar el asedio y regresar a Grecia, pero que constituía una trampa mortal dentro de la cual se escondían guerreros ávidos de sangre, permitió la toma y destrucción de la ciudad, al parecer con la aprobación divina.
Toda la guerra de Troya se desarrolla, en la tierra y en el cielo, pautada por sucesivos engaños. También los dioses recurrían a artimañas. Hera hizo creer que quería a su esposo Zeus, seduciéndole con las joyas de Afrodita, para que el padre de los dioses, durante dos noches seguidas, dejara de interesarse y de intervenir en la contienda, favoreciendo uno u otro bando. De este modo, Hera pudo incidir en la batalla.
Los griegos necesitaban el arco de Heracles -primer destructor de Troya- si querían derrotar a los troyanos. Mas esta arma estaba en posesión de un héroe, Filoctetes, que sus propios compañeros habían abandonado en una isla desierta porque la herida que se había causado inadvertivamente con la flecha del arco de Heracles estaba tan infectada que hedía y Filoctetes no cesaba de lamentarse. Los griegos tenían que volver a la isla y obtener el arco que Filoctetes, lógicamente, se negaría a entregarles, después del cruel abandono que sufrió. De nuevo, un engaño permitió que el hijo de Aquiles se hiciera con el arma.
Pero la misma guerra de Troya se desencadenó por otro truco. El príncipe troyano Paris creyó haber raptado a Helena, la esposa del príncipe griego Menelao, lo que obligaría a todos los jefes griegos a unir esfuerzos y fatigas para recatar a Helena. Pero los dioses, en el último momento, sustituyeron a Helena, que llevaron a Egipto, por un doble hecho de humo que, una vez Troya destruida, se esfumó. La guerra que debí acabar con los humanos se desató por una cortina de humo.
Una guerra sin compasión, en la que no se respetaba ningún código de honor. Guerra descarnada, donde se evidenciaba la falta de principios de los hombres, dispuestos a todo para lograr sus fines: los ataques por la espalda, a traición, eran comunes. Los mismos dioses indicaban cómo proceder. Así, Patroclo murió, tras ser herido, por la espalda, por una divinidad. También Héctor falleció engañado por la diosa Atenea que le hizo creer que la victoria iba a ser suya para que se expusiera y no huyera ante Aquiles.
Si Odiseo (Ulises) logró llegar con vida a su palacio de Itaca y volver a ocupar su trono, fue tras un sin número de engaños, desde el que usó para cegar al cíclope Polifemo y poder huir, hasta las mentiras y los disfraces a los que recurrió para confundir a los pretendientes -que asediaban a su esposa Penélope- que ocupaban su palacio.
El engaño, sostenía Homero, es el medio con el que los mortales y los inmortales se mantienen en vida a costa de los demás. La Ilíada, la Odisea y las tragedias griegas -impresiona el aplomo y la frialdad de la reina de Micenas Clitemnestra cuando, a la llegada de su esposo, Agamenón, le hizo creer que lo recibía con los brazos abiertos para poder sorprenderle mejor y acabar con su vida- son una descarnada presentación de la importancia del engaño en las relaciones personales y con los poderes invisibles.
No debe extrañarnos que Platón condenara tan duramente a Homero y a los trágicos -reconociendo, empero, las fascinación que provocaba la manera como los poetas contaban atrocidades.
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Para nuestra cultura el engaño es teóricamente algo deleznable (excepto entre la clase política) pero en la mitologías ,el héroe civilizador suele ser astuto y marrullero y gracias a eso puede robar el fuego a los dioses o las semillas o cualquier avance tecnológico (ahora lo llamamos espionaje industrial) .Debía estar muy claro desde los orígenes que la información es poder y que los que la poseían no la iban a compartir de buena gana.
ResponderEliminarEl conocimiento también daba prestigio y denotaba superioridad pues sólo se alcanzaba mediante el esfuerzo y las pruebas .Y los aristócratas basaban su poder en el carisma y la distinción .
Según cuenta Plutarco en la Vida de Alejandro, este se enfadó mucho con Aristóteles porque había publicado aspectos de sus doctrinas que ,al parecer ,compartía sólo con los iniciados y sólo se transmitían de forma oral .
Dice Plutarco que escribió esta carta a su maestro estando de campaña en Asia :
Alejandro a Aristóteles ;felicidad .No has hecho bien en publicar los tratados acroamáticos porque ¿en qué nos diferenciaremos de los demás si las doctrinas en las que nos has instruido han de ser comunes a todos? Pero yo más quiero sobre salir en los más útiles y honestos que en el poder .Dis te guarde “
Alejandro ,el que tenía la Iliada como libro de cabecera y quería ser como Aquiles.A nosotros nos espanta pero ellos ,al menos en algunos estamentos de la sociedad , lo veían en general de otra manera .
los héroes civilizadores siempre actúan en beneficio de los humanos o de su pueblo.Ahora el engaño y la traición se justifican por el bien de las patrias,la naciónes,la democracia, el pueblo etc etc