Saludamos a los amigos y conocidos, a quienes queremos y admiramos, y el saludo es un deseo de buena suerte. Les deseamos salud.
El encuentro suele acontecer en el espacio público. Encuentro imprevisto, inesperado, cuyo saludo mutuo sella el reconocimiento.
Por el contrario, negamos el saludo a quienes no queremos. No los deseamos; y deseamos que no tengan salud; que la mala suerte les afecte.
Andar por la calle, encontrarse con amigos y conocidos, y con la retirada del saludo, es una de las peores experiencias en público. La falta de saludo implica la falta de reconocimiento. De pronto, se diría que las personas del entorno desvíen la mirada. No quieren vernos. Actúen como si no nos conocieran. La falta de reconocimiento, que el saludo expresa, nos convierte en personas invisibles. Es decir, dejamos de ser personas; de ser. Ya no contamos. Somos porque alguien nos ve, nos reconoce y nos saluda. Existimos en los ojos y la palabra ajena. La falta de una señal de connivencia abre un vacío alrededor nuestro. Nos suma, nos hunde en el vacío.
Solo podremos salir del pozo, ascender a la luz, dejar atrás este periodo de oscuridad si nos vuelven a saludar. El saludo en nuestra salvación. Nos sana. Nos cura. Expresa el cuidado con el que se nos trata. Un saludo es una deferencia, la manifestación que no somos nadie, don nadie, sino que contamos.
Salus, en latín, es un adverbio que significa entero. Su falta nos parte, nos rompe, quiebra nuestra entereza. Nos sentimos desprotegidos, como si fuéramos almas en pena, espectros de quienes han desaparecido (de la vista de los demás).
Una comunidad es un círculo familiar y de amistades. Un círculo rodea, protege, integra. La carencia del saludo nos expulsa del grupo. Éste nos da la espalda. Se niega a mirarnos.
No es casualidad, sin duda, que el templo dedicado a la diosa Concordia, en Roma, acogiera una estatua de culto de una de las diosas latinas más antiguas, la diosa Salus, sin cuya presencia, la ciudad no podía “ser”. Una diosa, una figura femenina. Alejada de tods contienda.
En un círculo estamos a salvo. Nos proporciona seguridad (otro de los significados de salus). El saludo salva, en efecto. Nos integra o reintegra. Un saludo de reconocimiento (tú eres Pedro y sobre esta piedra…. así se funda la ecclesia, es decir, literalmente, la comunidad -de comulgantes, que comulgan con unos mismos valores y pueden, por tanto, mirarse a la cara, sin bajar la vista) es el desencadenante del trazado a apertura de un espacio común, donde los miembros -los ciudadanos- se miran y se hablan. Se desean (salud).
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