1-2: Museo del Acrópolis, Atenas ; 3-4: Museo Nacional de Arqueología, Atenas; 5-6: Museo Cerámico: Atenas
Fotos: Tocho, marzo de 2013.
…. Y la Esfinge huyó al desierto de Egipto dónde quedó
petrificada. Era su castigo, cuenta una leyenda tardía.
Tiempo atrás, la esfinge era un monstruo femenino, un ser
híbrido con una cara de mujer sobre un cuerpo de león alado terminado con una
cola serpenteante. Su figura y sus acciones
tenían una augusta y fiera descendencia. La esfinge era, ora hija del
monstruo viperino Equidna, madre también del León de Nemea (contra el que
Heracles lucharía), ora nieta suya e hija de la Quimera, otro monstruo con
testa de león cuyas fauces echaban fuego.
El rey Layo quedó prendado de Crisipo, un joven príncipe de
un reino vecino, cuya educación le fue encomendada. Después de que lo raptara y
lo violara, su padre, Pélope –en cuyo honor Heracles instituyó los Juegos
Olímpicos-, lanzó una maldición contra los varones del linaje real de Tebas, y
asentó a la esfinge ante las puertas de la ciudad.
El hijo de Layo y la reina Yocasta fue la primera víctima de
la maldición. En efecto, antes de que Edipo –que significa Pies Hinchados, lo que
denota que pronto Edipo andaría más, sus andanzas causarían el mal- naciera, un
oráculo anunció que causaría la desgracia de sus padres. Apenas alumbrado, fue
confiado a unos pastores para que lo abandonaran en el bosque, pero éstos lo
confiaron al rey de Corinto, o lo cuidaron. Edipo creció, supo que había sido
adoptado, inquirió a Apolo, el dios de las profecías, acerca de su suerte, y
supo que mataría a su padre y se esposaría con su madre. Huyo de Corinto. Sus pasos le llevaron hacia
Tebas. En camino, un anciano le bloqueaba el paso. Furioso, sin quererlo, le
asentó un golpe fatal.
La esfinge, que moraba en un alto que dominaba la ciudad,
devoraba a los viajeros y detenía a quienes querían entrar o salir de Tebas.
Les lanzaba una pregunta: un acertijo, un enigma (término que deriva del griego
ainos: palabra cargada de sentido,
por tanto fábula, cuento, que los cuentos cuentan verdades). La esfinge moraba
fuera de la ciudad. No tenía cabida en ella. Simbolizaba los valores de la
barbarie, opuestos a los de la ciudad. El encuentro con Edipo era inevitable:
ambos se encararon, se miraron. Edipo se vio reflejado en la esfinge. Se reconoció.
No sabía quién era, en verdad. El encaramiento con la esfinge fue el primer
paso para el fatal descubrimiento de sí mismo. Ambos eran el espejo del otro. Por
eso pudo descifrar los enigmas que la esfinge planteaba. Se trataba de
cuestiones básicas sobre el cosmos y el ser humano. La esfinge inquiría sobre
la condición del hombre y del mundo. Preguntas que solo Edipo, o un filósofo,
podía responder: “¿qué es un ser que es a la vez progenitor y hermano de otro?”;
y: “¿quién es quién nace con cuatro miembros, vive con dos y declina con tres?”.
Una figura de pies retuertos, capaz por tanto de explorar vías “alternativas”,
nunca holladas, singulares, y de enfrentarse a peligros físicos y “existenciales”,
podía responder: el día y la noche, por un lado, y anthropos (el ser humano), por otro. Resuelto el misterio, la
esfinge se precipitó al vacío, o huyó al desierto, el espacio dónde los hombres
no podían vivir.
Edipo pudo entonces entrar en Tebas, cuyo rey acababa de ser
asesinado, y recibir el premio por haber librado a la ciudad del monstruo:
recibir la mano de la reina Yocasta –su madre.
El resto de la historia es conocido. Los oráculos divinos
siempre se cumplían. Edipo, como la esfinge, no cabía en la ciudad. Se arrancaría los ojos –lo que le llevaría a
otear el mundo con la más aguda y certera mirada interior-, y huiría como si
fuera un apestado, un chivo expiatorio o pharmakos,
llevándose consigo el mal que introdujo en la ciudad. Era un doble de
laesfinge. Su partida refundó la ciudad, liberada.
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