La sección es un procedimiento gráfico, utilizado en la representación arquitectónica y técnica, que permite descubrir distintos planos de la realidad. En un mismo dibujo se alternan vistas interiores y exteriores; las interiores, a su vez, pueden mostrar lo que acontece en distintas estancias ubicadas en distintos lugares.
Se trata de un procedimiento habitual a escala, que no causa sorpresa alguna, pese a que proyecta distintas capas de un volumen en un mismo plano, algo imposible de lograr en la realidad. Se trata de una imagen inexistente todo y que pretenda y logre ser considerada como una imagen fidedigna gracias a la cual se puede construir el volumen diseccionado.
Esta representación interior y exterior, que puede mostrar también escenas distintas en el tiempo, se asemeja formalmente a las llamadas máscaras de transformación. Se trata de objetos con dos "porticones" o varios superpuestos, que se abren y se cierran. La máscara, que reproduce un rostro de un ser vivo, puede revelar uno o varios rostros, a medida que se van abriendo los vanos, hasta mostrar, eventualmente, el rostro del portador de la máscara. De este modo, se puede hacer visible, de golpe, mediante la apertura de los vanos, la conversión temporal de un ser en otro, que va cambiando de rostro y por tanto de naturaleza, pasando de un mortal a un inmortal, de un humano a un animal, sin que la naturaleza del primera quede enteramente sustituida.
Esta representación no revela naturalezas duales, sino la capacidad de ciertos seres de asumir una u otra naturaleza, sin perder la propia, lo que les permite colocarse en el lugar del otro, viendo el mundo con ojos ajenos, lo que facilita asumir puntos de vista opuestos. Algunas máscaras recurren a representaciones más sencillas, menos "aparatosas": el rostro de (o en) la máscara se divide nítida, verticalmente en dos mitades, cada una de las cuales mostrando el rostro de uno de los doses seres entre los que navega quien porta la máscara.
El arte occidental conoce también la representación de la metamorfosis. Diversos mitos griegos cuentan esta incidencia. La diferencia con respecto a los cambios antes citados, reside en la lentitud con la que acontece el cambio, y el carácter irreversible del mismo. La memoria del ser que sufre una metamorfosis no se pierde enteramente, pero podríamos decir que se trata de un ser encerrado para siempre en el cuerpo de otro ser.
Una de las representaciones más singulares en el arte occidental son las vírgenes abrideras medievales. Se trata de tallas polícromas, a menudo, que representan a la madre y el niño y que, al abrirse, revelan primeramente el misterio de la concepción virginal -una mujer encinta y que da a luz, sin intervención física humana alguna-, y que sobre todo, revelan el destino del fruto en su vientre. En este caso, se plasma el destino de la madre y del hijo, se hace visible, en un momento y un lugar dados, de lo que acontecerá en el tiempo y el espacio, anticipándose así a los acontecimientos venideros. La virgen abridera no esconde nada sino que se entrega abiertamente a su destino y lo expone a todos los fieles.
Todos estos recursos compositivos naturalistas muestran la capacidad de las imágenes de jugar con las entidades y con el tiempo. Lejos de ofrecer una única imagen del aquí y el ahora, sin tener en cuenta lo que aconteció y lo que acontecerá, de una historia de la que solo se ofrece una imagen, estos recursos gráficos son capaces de componer la complejidad, las dualidades, los cambios, las transformaciones de la vida que el tiempo y los espacios causan, sin que dichos cambios sean vividos como dramas sino como partes de la historia de un ser, capaz de experimentar, en un momento y lugar dados, todas las transformaciones y transferencias a las que la vida da lugar.
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