Un proyecto de investigación universitario vigente, financiado por el Ministerio de Universidades, encabezado por la profesora doctora Carolina Garcia Estévez, de la Universidad Politécnica de Cataluña, consistente en una catalogación de copias de yeso decimonónicas de elementos arquitectónicos españoles -un procedimiento y un tipo de objetos educativos y estéticos, útiles en centros de estudio y museos en Europa, la selección de cuyos elementos reproducidos dice mucho del gusto de une época- ha llevado a preguntarse por la imagen del material básico, el yeso.
Así como la palabra yeso deriva, a través del latín gypsum, del acadio gassu -el yeso era un material de construcción común en Mesopotamia-, el francés plâtre o el inglés plaster viene del griego emplastron (a través del latín emplastrum) que significa embadurnado, cubrición: se refiere a un acabado que permite dar por terminado un objeto. El yeso envuelve y expone, bajo un manto liso, blanco y brillante, un objeto. El yeso pule, alisa, camufla imperfecciones e individualiza. El objeto enyesado deja de estar en construcción. Ya puede ser contemplado o usado. Ya tiene vida.
Dicho sustantivo griego estaba relacionado con el verbo plasoo que se traduce por formar, moldear.
Esas dos palabras de una misma familia disparan dos imágenes antitéticas (pero relacionadas) del yeso. Por un lado el yeso es un molde, una forma, en latín, como ya vimos en una entrada anterior: un productor o generador de “formas”, que en latín se decían figurae (figuras extraídas de un molde, formas positivadas). De hecho, el verbo griego emplasso asume ambos significados de enlucir y moldear.
El yeso es tanto un creador como una criatura, un modelo y una imagen ( moldeada), un prototipo y un ejemplar. La plasticidad del yeso le permite asumir el papel del padre y del hijo, de la matriz y del ser engendrado.
Dicha propiedad también la posee la arcilla: moldes y figuras se realizan en barro crudo o cocido (terracota). Mas el barro produce la impresión de una forma y una figura abocetada. Se diría que el barro es un material básico, sin la perfección y la luminosidad que el yeso concede.
En efecto, el verbo latino emplastro no se traduce por enyesar sino por blasonar: adherir o añadir un blasón o escudo que testimonia de la nobleza del ente enlucido o moldeado que luce sus insignias o medallas. El yeso devuelve la pureza, la luz y la lisura a lo que el tiempo ha oscurecido, devuelve una nueva juventud, renueva la imagen de las cosas y los espacios. El yeso tiene que ver con el cosmos que, en griego significa orden: el yeso es la cosmética de la arquitectura.
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