La entrada de la exposición en el Arsenal de la Bienal de Venecia, dedicada a cantar las habilidades de los arquitectos para solventar las crisis climáticas y ecológicas en el mundo -la construcción “sostenible” es la solución a todo- presenta una instalación con aires de Mad Max: una multitud de grasientos aparatos obsoletos de aire acondicionado, como los que invaden, como granos en la cara, las sucias fachadas de bloques de pisos destartalado. Flotan sobre depósitos de agua, lo que aumentan la temperatura hasta los cuarenta grados y el grado de humedad hasta niveles muy altos, afin que el visitante se conciencie y sienta lo que le ocurrirá si los arquitectos no pueden seguir construyendo -de manera sostenible- para controlar el clima y bajar la temperatura .
Mas, entre los escasos visitantes se encuentran o pueden encontrarse quienes vienen de los países del golfo pérsico, de Arabia, Irán, Iraq, Siria, India, el sudeste asiático, China del Sur, países de los trópicos, etc, para quienes el acceso al Arsenal es un respiro: entran en contacto con una temperatura y un grado de humedad que bien desearían en sus países.
Los europeos, especialmente del centro y el norte de Europa, como de gran parte de los Estados Unidos, no somos el centro del mundo. Lo que nos aterra en otros países es la cotidianeidad.










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