Fotos: Tocho, junio de 2025
Los dobles cristales impiden que el sonsonete musical entre cansino y desafinado que emana de la terraza del decadente antiguo café Florián en la plaza de San Marco en Venecia turbe el silencio que impera en un nuevo centro de arte en venecia: el Centro San Marco, cuyos ventanales vierten directamente sobre los indiferentes músicos que tocan una y otra vez los mismos gastados temas subidos a una tarima pleno sol.
Una exposición dedicada al poco conocido arquitecto austriaco Henry Seidler -aunque una exposición itinerante, que recabó en Madrid hace nueve años, despejó su figura- inaugura este nuevo impoluto centro -sin cartel alguno que lo anuncie, y con una entrada imperceptible.
Seidler: judío huido, siendo un niño, a Inglaterra de Austria invadida por la Alemania nazi, para acabar siendo encarcelado por sospechoso y enviado finalmente a un presidio en Canadá.
Liberado, a prueba, se le permitió estudiar en Winnipeg. Ya como arquitecto, prosiguió su huida a los Estados Unidos -estudiando de nuevo en Harvard y en el Black Mountain College-, Brasil y Australia donde moriría.
Entretanto conoció a los arquitectos Gropius, Breuer, Aalto y Niemeyer, para los que trabajó o con quienes colaboró.
A su llegada a Australia se encontró con una sociedad aún victoriana que sorbía té a las cinco. Su arquitectura fue un revulsivo. Empezó proyectando casas unifamiliares para acabar, con menos fortuna, construyendo los primeros rascacielos australes.
La exposición dibuja un itinerario con diversas paradas, que remedan una vida en la carretera, entre detenciones y huidas, mientras su obra se acartona a medida que Seidler se aposenta y recibe encargos en todo el mundo, como la embajada australiana en París.
Arquitecto, pero también coleccionista de arte, amigo de Albert, Stella, Calder y Sol LeWitt, con quienes también trabajó. La huida de su sombra se compensó siempre con su colaboración con artistas y arquitectos amigos. Fue unos de los mayores defensores de Utzon zarandeado por su proyecto de la ópera de Sydney.
















What a vivid scene and a powerful story behind Seidler’s journey. It’s incredible how architecture and history intertwine, revealing resilience through art and space—even when hidden away quietly like this center in Venice.
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